Un barroco argentino, por Margarita Pollini
La visita de Bernarda Fink, la mezzo argentina de extraordinaria carrera internacional, es una oportunidad propicia para indagar en el fenómeno que representa la presencia de músicos argentinos dedicados a la interpretación de la llamada música antigua. En esta primera parte, un perfil de la artista y de otros grandes colegas del canto, con la palabra de María Cristina Kiehr.
Por Margarita Pollini
El perfil de Bernarda Fink aparece como un ejemplo del ida y vuelta entre América y Europa que ha redundado en un enriquecimiento cultural para ambos continentes. Hija de un matrimonio de eslovenos emigrados a la Argentina, creció en un ambiente en el que se cantaba y se escuchaba mucha música. Después de ver una Viuda alegre en el Colón, se fascinó con la ópera y decidió intentar el ingreso en el Instituto Superior de Arte de ese teatro. Y lo logró al primer intento.
En 1985, con el aéreo ya comprado para ir a probar suerte a Europa, Bernarda conoció al gran Michel Corboz, que la invitó a participar de un concierto en Roma. Más tarde, René Jacobs marcaría el comienzo de su romance con el barroco. Dentro de ese repertorio, Bach fue siempre el centro: “Fue un amor a primera vista; tenía la sensación de haberlo conocido desde el comienzo de mi vida como la primera leche que tomé de mi madre. De Bach no me puedo separar, siempre me acompaña”, confesaba a la revista Sonograma. Su inminente regreso a la Argentina para una serie de clases magistrales organizadas por Peabody Cultura será una oportunidad para que esa antorcha encendida en su juventud y preservada al calor de las enseñanzas de los mejores maestros vuelva al punto inicial para multiplicarse hacia el infinito.
Slovenija! - Álbum de Bernarda Fink, Marcos Fink, Anthony Spiri | Spotify
Cantar las pasiones
Además del de Bernarda Fink, otros nombres como los de Rosa Domínguez, María Cristina Kiehr, Graciela Oddone, Adriana Fernández, Víctor Torres, Verónica Cangemi o Martín Oro resultan insoslayables en este panorama de cantantes argentinos destacados en el exterior en repertorios preclásicos. Instalada desde hace cuatro décadas en Europa como una de las mayores referentes de su especialidad, Kiehr nació y dio sus primeros pasos musicales en Tandil, en el violín. En Buenos Aires, Víctor Torres fue su guía por diferentes universos musicales; uno de ellos fue el grupo Danseyre, de Ariel Azcúe. Dice la cantante a este sitio: “Se me insinuaba insistentemente que me dedicara al canto, a lo que me negaba rotundamente hasta que cayó en mis manos una grabación en cassette de Dido y Eneas de Purcell. Siendo una fanática de la polifonía, desde siempre, caí rendida ante los coros de tan bella ópera y a mediados del ’83 llegué a la Schola Cantorum Basiliensis. Sin ninguna intención de ser cantante, pero admitiendo que para hacer ‘eso’ que tanto me conmovió, no me quedaba otra”. La Schola Cantorum de Basilea, Suiza, fundada por Paul Sacher en 1933, fue alma mater de otros importantes cantantes e instrumentistas argentinos, y hoy cuenta en su plantel docente a dos de ellos: Rosa Domínguez y Lisandro Abadie.
Kiehr recuerda que en aquellos primeros tiempos (comienzos de los ‘80) la cultura de la música antigua en Buenos Aires era casi inexistente, a causa de las restricciones impuestas por el régimen de facto. “Vivíamos peligrosamente; cualquier actividad que implicaba la reunión de más de dos personas era sospechosa o se prohibía directamente. Y así murió el folklore, el tango, la música popular en general. El género o la ‘especialización musical importaban muy poco: la cuestión era ‘hacer’ y sobrevivir en el intento”. Como mediadores con la música anterior a 1750, la soprano menciona a Mario Videla, al luthier Jorge González y al erudito Silvio Killian.
Dietrich Buxtehude - Membra Jesu Nostri (Gerd Türk with René Jacobs)